A Nilda Segades, hermana, compañera, custodia de secretos y milagros cautivos, para siempre, del muelle en la nostalgia.

Prólogo.

La historia es un proceso de acumulación: somos en tanto fuimos y la memoria es la argamasa necesaria para construir el edificio que cobije el alma desvelada.
Contra todo razonamiento heraclitano no creo que todo pasa, que lo que hoy existe nada tiene que ver con lo que pasó sino que, por el contrario, los días, el tiempo que moldeó nuestra infancia dejaron en nosotros huellas tan profundas como para marcar la senda por la que luego transitaremos.
En esta obra, la autora se enrola en el grupo de felices humanos capaces todavía de revivir una infancia de pájaros y, como demiurgo generoso, nos ofrece este hilo hacia el pasado, hacia la soledad de los pueblos de provincia, esos que “encallan la quilla marginal de su cansancio en un tiempo deslucido, solitario”.
Empleando breves epígrafes, nos va situando en el lugar físico de cada evocación, lugares que sirvieron de marco a una niñez que habita en su memoria, cargada de nostalgia y sensaciones pero, siempre, fiel a la ternura, a la inocencia, al deslumbramiento de ir descubriendo la vida en cada instante hurtado a esa realidad que, en puja constante con la imaginación de un niño, puede ser, a veces, una enorme constelación de desilusiones.
Así lo transmite en el poema Nostalgia, cuando evoca aquellos días transcurridos en Roque Sáenz Peña (Chaco), donde un cielo apacible “despeñaba la luz a borbotones, cuando la siesta propagaba el júbilo y engañaba al desvelo en la penumbra ... desde una algarabía de chicharras...” para, de pronto, desenterrar “secretos desamores, cadáveres de sueños amarillos, orfandades, naufragios, disimulos ...”
Pero Norma tiene a su favor la expresión poética y, así, desanda este camino con la embriaguez de un lenguaje cargado de añoranzas. Por eso su recuerdo nos habla de “risas sofocadas”, de “torrentes de sol en las acacias”, de la “irreverente siesta desgreñada”, de “murallas de verbenas, trebolares, ciudadelas de musgos y junquillos”; del tren, con su protagonismo ineludible de gigante encrespado, con su “piafar de hierro”, testigo involuntario de un trajinar de adioses.
La mujer – poeta evoca los lugares comunes de una infancia pueblerina, la escuela, la ilusión de los Reyes Magos, los juegos, la casa, las enfermedades que llevan al límite de la vida, el cine con su magia de mundos desconocidos y hasta la tremendura inexplicable de la muerte con una figura que nos da la dimensión exacta de lo ignorado: “irrumpiendo en los feudos de la muerte con el asombro de una vida intacta”.
En una síntesis perfecta de lo que se evoca, el epígrafe del poema Biblioteca: La copa interminable, define ese maravilloso mundo de los libros como una puerta abierta al infinito, como un camino de letras y palabras que, una vez comenzado a transitar, ya no ofrece posibilidades de retorno.
Y en esta postal del recuerdo que involucra a la ciudad de Santa Fe, no puede faltar la imagen del viejo puente gris, con sus antenas como brazos clamando hacia el vacío, ese puente que hoy, en un tiempo ficticio, de clonaciones, se ha convertido en un falso remedo del pasado. Con finas simbologías, la escritora nos habla de una tristeza de santafesina que, impotente, vio desmoronarse la figura querida.
Cuando, en la edad de oro de la poesía lírica, el poeta desnudaba su intimidad, el público, arrobado, consumía esos sentimientos que expresaban situaciones similares a través de imágenes cargadas de romanticismo.
Norma Segades – Manias, sin intentar evitar la delicadeza que su poética trasunta en música moldeada hasta el infinito, nos hace partícipes de su aceptación de la pobreza, de esa niñez de “exilios repetidos”, de esa fuerza que ella misma admite cuando confiesa: “así me acostumbré, como los cardos, a nutrirme de amor con poca cosa, a florecer tenaz en los eriales, espinosa y vital, fuerte y oscura”.
Pero ese espacio fundante, ese espacio mítico cuajado de soles y abierto de cielos, se desvanece para siempre con la muerte del abuelo, a quien está dedicado el poema que cierra el libro, en un doloroso recuerdo que nos deja cierto indecible sabor a cenizas.
Con Un muelle en la nostalgia, Norma Segades - Manias nos abre su alma, sin disimulos, sin dobleces, con la honradez de quien está dispuesto a compartir esos recuerdos preciosos guardados en los íntimos refugios donde levantara el andamiaje de sus sueños.
Ortega y Gasset bien decía que, hacer poesía es eludir el nombre cotidiano de las cosas. De allí que, en este sendero desandado, compartido un poco con cada lector a través de tanta memoria congregante, disfrutemos, en tiempo y espacio, estos hechos cotidianos, domésticos, a través de la voz de una mujer que, en su condición de poeta, nos transporta al mundo mágico, a veces desamparado, tan vital y cromático de una infancia vivida a pleno, un tiempo de soles y espacios abiertos, de valores sensoriales que sirvieron para abrir el camino hacia la palabra admitiendo que fue “Su fuerza, Su ternura, inclinando Su cáliz en mi frente, derramando Su Luz en mis rincones”, lo que cerró, realmente, la vida circular del Universo.

Ana María Zancada

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Acerca de la autora

Acerca de la autora
Palacio de las Bellas Artes - México DF (2003)

Biobibliografía

Norma Segades Manias, Santa Fe, Argentina, 1945. Ha escrito *Más allá de las máscaras *El vuelo inhabitado *Mi voz a la deriva *Tiempo de duendes *El amor sin mordazas *Crónica de las huellas *Un muelle en la nostalgia *A espaldas del silencio *Desde otras voces *La memoria encendida * A solas con la sombra *Bitácora del viento *Historias para Tiago y *Pese a todo (CD) En 1999 la Fundación Reconocimiento, inspirada en la trayectoria de la Dra. Alicia Moreau de Justo, le otorgó diploma y medalla nombrándola Alicia por “su actitud de vida” y el Instituto Argentino de la Excelencia (IADE) le hizo entrega del Primer Premio Nacional a la Excelencia Humana por “su meritorio aporte a la cultura”. En el año 2005 fue nombrada Ciudadana Santafesina Destacada por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe “por su talentoso y valioso aporte al arte literario y periodismo cultural y por sus notables antecedentes como escritora en el ámbito local, nacional e internacional”. En 2007 el Poder Ejecutivo Municipal estimó oportuno "reconocer su labor literaria como relevante aporte a la cultura de la ciudad".